En reiteradas ocasiones he escuchado a más de alguno de mis clientes insatisfechos o enojados con lo que ellos denominan una actitud auto-flagelante. “Es como querer apagar el fuego con bencina”, me dijo hace poco uno de ellos. Esta inquietud me ha invitado a reflexionar sobre esto, a trazar un distingo entre la auto-critica o auto-evaluación constructiva, imprescindible para todo proceso de aprendizaje y mejora, de la acción auto-flagelante, y de su hermana la auto-complacencia.
Comencemos por caracterizar esta última… La auto-complacencia es la ausencia de una auto crítica sincera. Puede manifestarse en la ausencia total de esta, que surge de la negación de un hecho que ha generado pérdida de valor, que está en contradicción con los principios y propósito que la propia persona ha declarado como suyos. Por ejemplo, cuando tenemos un indicador de desempeño o un KPI negativo, que está bajo el estándar mínimo declarado y no lo consideramos, no aparece un nuestras conversaciones ni reuniones de trabajo. En algunas ocasiones, “se maquilla” o falsea en los reportes y presentaciones, y luego olvidamos su existencia. Nuestra mente tiene esa capacidad de “poner un manto” sobre ciertos aspectos de la realidad y borrarlos de nuestra consciencia inmediata.
Una segunda expresión de esta auto-complacencia es la tendencia automática a actuar ante un error argumentando explicaciones con el propósito de justificarlo. Antes de observar en plenitud el error, la naturaleza del fenómeno que pudiera estar asociado, la práctica o procedimiento en cuestión, sus consecuencias y su potencial negativo…, surge una brillante explicación que nos tranquiliza. Entre más inteligentes, entre más habilidades “escénicas” tengamos disponibles, es mayor la posibilidad de auto-complacernos con un buen argumento. Esta estupidez está asociada a la fantasía de suponer que una buena explicación transforma la realidad y subsana los costos negativos asociados al error cometido.
Ahora exploremos el fenómeno de la actitud auto-flagelante. La esencia está en que la crítica que hacemos nos cierra el futuro, nos niega la posibilidad de mejora y evolución. ¿Cómo se expresa? La crítica se hace a la esencia del ser. “Somos unos pencas”, “Soy un estúpido”, “Somos tercermundistas”, “Es nuestra raza…” Lamentablemente he escuchado este tipo de críticas de voces destacadas e inteligentes. Pero probablemente ciegas a las consecuencias que éstas generan. Todas estas críticas están asociadas a un estado de ánimo de resignación o conformismo. Nos cierran toda alternativa de salida. Tienen implícita una explicación respecto al error: algo negativo que está en nuestra esencia y que por ser parte de esta, no lo podemos mejorar o corregir… “Estamos jodidos”.
La actitud auto-flagelante suele estar asociada a un conflicto entre la realidad del hecho cuestionado y un “deber ser” o un ideal utópico, que contrasta con esta. La intensidad emocional de dicho conflicto, dicha frustración, se antepone y nos priva de la claridad mental para apreciar la naturaleza y real magnitud del hecho cuestionado. Por ejemplo, un día una persona de confianza cometió un ilícito, hurtó un dinero. Cundió el enojo y la crítica destructiva, surgió el consecuentemente juicio: “estamos liquidados, con este tipo de gentes no podemos trabajar”. Esta actitud nos cierra a la posibilidad de preguntarnos respecto a posibles fallas en la organización, respecto a los procesos que facilitaron este tipo de conductas y qué medidas es necesario implementar para evitarlas. Depositar confianza de manera infundada, esperando que un empleado sea honesto al momento de manejar grandes sumas de dinero durante todos los años que se desempeñe en ese puesto…, sin contar con las medidas de control que nos permitan fundamentar nuestra confianza…., puede ser una actitud de ingenuidad o simplemente, poco responsable.
Ahora podemos diferenciar la crítica auto-complaciente y auto-flagelante, de la sana auto-evaluación constructiva. Esta última surge primero de una actitud de apertura a la experiencia, a la realidad tal cual se nos presenta: “¡Veamos lo sucedido!”. Esta apertura mental requiere de la destreza cognitiva-emocional para poner entre paréntesis nuestra frustración o desazón ante lo ocurrido, la lucha entre lo deseado y lo real. Lo primero entonces es poder describir los hechos, respondiendo las preguntas del qué, a quién, cómo, con quiénes, en qué circunstancias, qué consecuencias, qué podría haber sucedido. Esta actitud de apertura e integridad es esencial, dado que podemos inclusive disfrazar la “búsqueda de la causa raíz” con una buena explicación que nos tranquilice. Sin este afán sincero, primará nuestra tendencia natural a “querer salir bien parados en la foto” por sobre la necesidad de investigar acuciosamente lo sucedido
El segundo elemento que caracteriza la auto-crítica constructiva es que el propósito fundamental que la motiva es la mejora o el aprendizaje. Generar una descripción de lo sucedido y su consecuente interpretación o diagnóstico, que nos permita producir un aprendizaje relevante, mediante alguna acción concreta que nos permita evitar que vuelva a ocurrir. Es decir, que genere un compromiso de mejora o acción correctiva. Y por tanto su tercer elemento, es el seguimiento que asegure el cumplimiento de este compromiso. Este seguimiento además, nos permite enriquecer nuestra reflexión y análisis original a medida que avancemos con la implementación de los acuerdos y evaluemos su impacto.
Por tanto la sugerencia final es erradicar las actitudes auto-complacientes y auto-flagelantes, dado que en esencia son dos actitudes conformistas que nos cierran a la posibilidad de mejorar y aprender. Para ello requeriremos primeramente la apertura para “darnos cuenta” cuando estamos en estas actitudes y “cambiar el paso” cuanto antes…, cultivando la sana auto-crítica constructiva, siempre orientada y traducida en una acción de mejora.
Mi pasión es conocer la rareza y potencial de mis clientes, lo valiosos que son y lo que pueden llegar a ser para su empresa y para el mundo.
- Psicólogo...
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